¿Cómo puede ser que la adoración, una experiencia tan maravillosa, tenga un costo?
En este punto en particular nuestra teología es un poco caótica; Por algún motivo, muchas veces tratamos de “vender” el evangelio como algo que mejora nuestras vidas pero si escuchamos las palabras de Jesús:
Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará (Marcos 8:35)
El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí. El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará (Mateo 10:37-39)
Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo (Lucas 14:27)
¿Saben?, no se trata de nosotros. Se trata de Dios.
El centro de la verdadera adoración no está en nosotros o en nuestras necesidades; el centro de la verdadera adoración está en Dios.
La adoración no es un deporte para los espectadores, no es algo para observar, sino en lo cual participamos. Cuando adoramos morimos a nosotros mismos y le entregamos todo al Dios vivo.
LA ADORACIÓN TIENE UN COSTO.
<> (2 Samuel 24:24)
La adoración nos cuesta algo, implica una renuncia a mis derechos y deseos para que yo me pueda encontrar con el deseo de Dios de ser alabado!
La adoración es un sacrificio, el cual es diferente para cada uno de sus hijos. Al final, nuestra verdadera adoración a Dios nos cuesta más que nuestros dones y talentos. Nuestra verdadera adoración nos cuesta nuestra vida.
El que pone la mano en el arado y sigue mirando atrás, no sirve para el reino de Dios. (Lucas 9:62)