Desde hace algunos años atrás hice de mi habitación, un lugar especial. Mi lugar de intimidad para encontrarme con Dios.
Cada tarde cuando mis hermanas se iban a trabajar, me quedaba sola en casa y utilizaba ese momento a solas para pasar tiempo con Dios. Sin duda se ha convertido en el mejor momento del día. Sabía que alguien me estaba esperando; comencé a tener experiencias geniales y notaba literalmente la vitalidad de mi alma, despierta, pidiendo más de Él.
Cada vez que puedo, desempolvo el piano y me pongo a tocar; hace poco lo hice, pero esta vez lo hice con la intención de adorarle y no tocar por tocar. Fueron suficientes tres notas acompañadas de algo de silencio con una melodía quizás desafinada, para que las palabras sobraran y su presencia inundara toda mi habitación.
Te cuento esto con el fin de que pruebes la profundidad de su amor; en la intimidad aprenderás a conocerle, a poder reconocer su voz como también a entender muchas circunstancias de tú vida; sin necesidad de un Porqué.
En la intimidad comprenderás que adorar lo cambia todo, que la presencia del Espíritu Santo en cada momento de tu vida hará la diferencia, notarás el cambio (y sí, ya sabes de lo que hablo). VUELVE A BUSCARLO.
Mi corazón ha dicho de ti: Buscad mi rostro. Tu rostro buscaré, oh Jehová (Salmos 27:8)
Al escuchar, sus pensamientos secretos quedarán al descubierto y caerán de rodillas y adorarán a Dios declarando: «En verdad, Dios está aquí entre ustedes». (1 corintios 14:25)